Mi amigo Antonio, entre llantos y suspiros, nos contó una historia que me hace llorar, o mejor dicho, reírme... bueno, no sé.
En su país había tanta inestabilidad política que, teniendo una buena historia para solicitar refugio, decidió venir a estas tierras. Sin embargo, cuando él estaba planificando su viaje, su esposa —su amada esposa— preparó las maletas, hablaron con la familia, vecinos, amigos, y todos los preparativos iban viento en popa.
Faltando unas seis horas para tomar el avión, la señora decide que no, que ella no se iba a arriesgar, que no veía el motivo. Y colorín colorado, Antonio toma su avión y su señora ondea el pañuelo en el aeropuerto, debiéndole un "hasta siempre, mi amor, te amaré toda la vida".
Antonio, en el aeropuerto, pide refugio (las leyes siempre cambian, así que asesórese primero si todavía puede hacer esto). Las autoridades lo interrogan una y mil veces, le piden papeles, escriben y documentan su caso, y al final de la espera le permiten quedarse.
El tiempo pasó y él encontró un trabajo, así que pensó que, con los ahorritos, era tiempo de solicitar traer a su esposa a estas tierras. ¿Y qué pasó? Que se le olvidó que, cuando estaba en la entrevista en el aeropuerto, él dijo: "Señores, para mí, la susodicha de la cual preguntan está sepultada, muerta". Bueno, colorín colorado, que en sus papeles él aparece como viudo y no sabe cómo decirles que esa expresión era una metáfora que no fue explicada adecuadamente.
My friend Antonio, between tears and sighs, shared a story that makes me both cry and laugh—though honestly, I’m not quite sure which.
Back in his country, political instability was rampant. With a strong case for refugee status, Antonio decided to come to these lands. As his arrival approached, his beloved wife packed their bags, they spoke with family, neighbors, and friends, and everything seemed to be falling perfectly into place.
But just six hours before his flight, his wife changed her mind. She decided not to take the risk—she didn’t see the point. So Antonio boarded the plane alone, while at the airport, his wife waved a handkerchief, whispering, “Goodbye, my love. I’ll love you all my life.”
Upon arrival, Antonio applied for asylum (though laws change often, so always check current advice!). The authorities grilled him repeatedly, asked for his papers, documented his case thoroughly—and finally, after a long wait, they granted him permission to stay.
Time passed. Antonio found a job, saved money, and thought it was time to bring his wife over. But here’s the twist: he’d forgotten something crucial. During the airport interview, he’d said, “Gentlemen, the woman you’re asking about is buried—dead to me.” What he meant was metaphorical, but it wasn’t clear. As a result, his papers list him as a widower.
Now Antonio is stuck, unsure how to explain that his expression was a figure of speech, not a literal truth.
2 comments:
Es que la "inteligencia" burocrática no tiene medios para una interpretación semántica, una simple comprensión humana del asunto: es como si le pidiéramos a una máquina (una PC) no equivocarse, porque su error puede dañar a las personas. La inteligencia administrativa norteamericana es una máquina fría y herrumbrosa, a punto de atrofiarse hasta el derrumbe.
Agustin, un diagnóstico exacto
Post a Comment